Visualmente impecable y de una plasticidad en sus
movimientos que hipnotizaba al espectador. Ese era Gianni Bugno montado en su
bicicleta, pura elegancia. Un ciclista completo que podía verse disputando una
gran clásica con los más reputados especialistas o en las primeras plazas de
una etapa de alta montaña luchando por el rosa o el amarillo. Su delito,
coincidir en tiempo con un tal Miguel Indurain, que fue minando su moral hasta
hacer volar de su mente el reto de vencer un Tour de Francia. Su triunfo en el
Giro de Italia de 1990, siendo líder de la primera a la última etapa, le
catapultó a esa lista de futuribles vencedores de la gran ronda francesa, una
losa que en un país de tradición ciclista como Italia es complicado quitarse de
encima. Los años pasaban y ese maillot amarillo en Paris no iba a llegar nunca.
Los Campeonatos del Mundo de fondo en carretera, la máxima
expresión en carreras de un día, fueron otra historia para el ciclista
transalpino. Gianni Bugno ya era una referencia en este tipo pruebas cuando los
mundiales de ciclismo llegaron a la ciudad japonesa de Utsunomiya en el año
1990. Ese mismo año había vencido en la Milán-San Remo y se
proclamaba ganador de la extinta Copa del Mundo. Fue uno de los mas vigilados
durante toda la jornada a sabiendas de su potencial e instinto en los metros
finales pero una gran actuación del combinado belga y la falta de entendimiento
con su compañero Fondriest, frustraba sus opciones y era relegado a la tercera
plaza tras Rudy Dhaenens y Dirk De Wolf, ambos buenos rodadores de la selección
de Bélgica.
La temporada siguiente el Arcobaleno se iba a luchar en las calles de la ciudad germana de
Stuttgart. Bugno había sucumbido en julio en el Tour de Francia a un demoledor
Miguel Indurain que cimentó su victoria en las etapas cronometradas. Un duelo
entre italiano y español que tenía visos de repetirse en el trazado mundialista.
Un circuito que sin ser excesivamente duro tenía su miga, con una ascensión
larga, Fernsehturm, no muy lejos de la línea de llegada. Después de ser
neutralizados los diversos movimientos de corredores importantes, como
Theunisse, Delgado o el compañero de Bugno, Maurizio Fondriest, se formaba la
que iba a ser a la postre la escapada definitiva. Nada menos que Steven Rook
por Holanda, Álvaro Mejía por Colombia y Miguel Induráin por España acompañaban
a Gianni Bugno en los últimos kilómetros para jugarse entre ellos el preciado
maillot arco iris que acredita como Campeón del Mundo. La volata fue lanzada
por el ciclista italiano que vencía por la mínima, hubo que recurrir a
foto-finish, su primer mundial por delante de Rooks y de Induráin que esta vez
no iba a poder superarle como en el Tour de Francia.
La siguiente edición de los Campeonatos del Mundo fue
organizada por la ciudad de Benidorm. En tierras alicantinas se citaban los
mejores ciclistas de la época y el duelo Bugno-Induráin volvía a ser fuente de
noticias antes de la carrera. El Alto de Finestrat se erigía como el principal
escollo a superar en este a priori complicado circuito. Además de los dos
citados, como favoritos a la victoria concurrían en Benidorm ciclistas de la
talla de Rominger, Jalabert, Leblanc o Chiappucci. A pesar de los ataques en el
selectivo Finestrat, en la línea de llegada se presentaba un grupo compacto de
diecisiete corredores, entre los que figuraban los principales favoritos a la
victoria. Gianni Bugno con un sprint magistral repetía victoria en la cita
mundialista batiendo a Laurent Jalabert y Dimitri Konyshev que tuvieron que
conformarse con las otras dos medallas, Miguel Induráin entró en sexta
posición. El formidable corredor italiano se resarcía de sus fracasos en el
Tour de Francia con un doblete en los Campeonatos del Mundo, algo que solo los
belgas Van Looy, Ronsse, Schotte, y Maertens, el americano Greg Lemond y más
recientemente su compatriota Paolo Bettini han conseguido.