Corría el año 1995 y mi afición al ciclismo iba creciendo según el señor Miguel Indurain iba ganando a golpes contra el crono los Tours de Francia. Esa misma temporada me senté frente al televisor y pude presenciar una carrera que no era como las que había visto hasta entonces, se disputaba en un solo día, por selecciones nacionales y el ganador llevaría durante todo el año un maillot con un arco iris que a su vez le hacía Campeón del Mundo. La prueba se disputaba en Colombia, y el desenlace de la misma es bien conocido por los aficionados al mundo del ciclismo, principalmente los españoles, que disfrutamos con el agónico triunfo de Abraham Olano con la rueda pinchada en los últimos kilómetros, y también de un pletórico Induraín controlando al añorado Pirata Marco Pantani. Mis ojos de niño se encandilaron con una carrera que he seguido con habitual devoción durante las siguientes temporadas a esa, al año siguiente con Museeuw en Lugano, Brochard en San Sebastian... así hasta disfrutar con los tres entorchados de Oscar Freire, la ambición en Mendrisio de un Cadel Evans hasta entonces criticado por su reservismo, el doblete de Paolo Bettini, hasta llegar a la exhibición el año pasado en Richmond de Peter Sagan. Pude presenciar en directo, a pie de carretera, los mundiales que se disputaron en Madrid y mas recientemente en Ponferrada, siendo participe de un ambiente magnifico, con apasionados del ciclismo de todas las latitudes del planeta, americanos, noruegos, belgas, australianos... las banderas, las autocaravanas, las pintadas en el asfalto.
La antítesis a lo expuesto en los parrafos anteriores se ha vivido en estos días en los Campeonatos del Mundo que se disputan en Doha, Qatar. Podríamos pasar horas hablando de como el Estado de Qatar y su monarquía vulnera los derechos humanos de los trabajadores del sureste asiático que son la mano de obra barata de sus megaestructuras, viviendo en condiciones de practicamente esclavitud, de la pena de muerte u otras lindezas de este paraíso de los petrodolares. Pero de lo que nos ocupa hablar aquí es de la organización de los Campeonatos del Mundo de ciclismo en carretera. En el mismo lugar donde se han disputado mundiales de natación o Balonmano, teniendo en estos últimos que fichar a una selección foránea casi completa para que alguien representara al país local o contratando aficionados para que llenaran las gradas de los pabellones. Aquí también, si nada lo impide, se darán cita los Campeonatos del Mundo de fútbol en 2022, con la particularidad de que podrían ser en época invernal para evitar los rigores de la temperatura. La misma temperatura que los ciclistas han sufrido estos dias en las calles de Doha, curioso que en 2012 cuando se hizo oficial que esta ciudad iba a albergar los Campeonatos del Mundo, nadie de la UCI sospechaba de lo extremo de las condiciones climatológicas en esta parte del planeta. Los señores de la Unión Ciclista Internacional suponemos habrán disfrutado de una gran estancia rodeados del lujo y la ostentosidad con la que les habrán agasajado los jeques y autoridades de este país. Después de los problemas para hacer caja que han tenido en otros mundiales como Ponferrada, esta vez no han querido correr riesgos y han ido a lo seguro, luego ya si hay espectáculo en la carretera o las temperaturas son extremas es un asunto que lo debe de llevar otra empresa.
Por fortuna el recorrido no ha sido reducido a la mitad o menos como se rumoreaba, y cabe decir que respecto a las bajas expectativas de ver una aceptable carrera, la cosa no ha estado tan mal, eso si muy lejos de lo que bajo mi punto de vista debe ser la prueba reina de los Mundiales de ciclismo en ruta. La desoladora estampa de las calles de Doha con casi ausencia total de aficionados es otro de los aspectos a destacar, apenas se han visto algunos seguidores en los aledaños de la linea de meta. En las carrera de las otras categorías disputadas en días anteriores la cosa no ha sido diferente. Hay que entender que esto es un negocio en manos de unas personas que poco o nada les gusta el ciclismo y si mucho el dinero, como también hemos visto en los nombramientos de las que serán nuevas carreras del circuito World Tour, por supuesto el histórico y espectacular Tour de Qatar formará parte del mismo. Los tiempos cambian y nunca está de más ese toque de modernidad necesario en el ciclismo, pero siempre sin olvidar de donde viene y que es lo que le hizo épico y grande, esperemos que esto haya sido una breve pesadilla y el año que viene en Bergen volvamos a recuperar una de las carreras con más prestigio y tradición del calendario ciclista. Eso si, amor eterno al ciclismo menos moderno.