Cuando en el pasado mes de julio hablaba entre amigos y
conocidos que subiría a los pirineos a ver pasar alguna etapa del tour de
Francia (como prácticamente todo los años), pude oír todo tipo de comentarios,
desde el “pero si les ves pasar un
segundo y ya está…” hasta la muy típica
de “para que vas a ir si este año no llevamos a nadie” pasando incluso por
algunas que me insinuaban que eso estaba muerto y que vamos 4 frikis.
La mañana del 17 de julio emprendíamos viaje, al igual que
el año anterior, a los pirineos, concretamente al Tourmalet,aunque no fuera
final de etapa nos decantamos por ver la carrera en un puerto intermedio, ya
que esta vez quisimos evitar los bestiales atascos que sufrimos el año pasado
en Luz Ardiden .
Según te vas acercando a los pirineos por la autopista ya
puedes ver la cantidad de caravanas y aficionados en diferentes vehículos que
se acercan a ver el tour, sobretodo la magnífica afición vasca que llena de
ambiente y colorido las subidas.
Poco antes de empezar la subida al puerto, paramos para
comer en algún paraje cercano y comenzamos la subida. Lo hicimos por la
vertiente de la estación de esquí de La Mongie (St Marie de Campan).Según vas avanzando kilómetros para arriba te vas
dando cuenta de la belleza y de la espectacularidad de esta ascensión, y
también de la historia ciclista que se respira en la montaña, recordando
grandísimas estampas de ciclismo al transitar por las famosas galerías llenas de
pintadas de animo a los corredores que hay en esa vertiente del puerto. Poco
antes de la cima del puerto, pasada ya la estación de La Mongie, que en algunas
ocasiones fue final de etapa, montamos nuestro campamento base. Allí podemos
comprobar la cantidad de autocaravanas y aficionados en tiendas de campaña que
esperan la llegada del día siguiente para ver pasar a los corredores. La tarde
noche va trascurriendo con una buena cena, unas cervecitas y ropa de abrigo ya
que la noche a mas de dos mil metros es fresca a pesar de estar en el mes de
julio.
A la mañana siguiente al salir de la tienda de campaña una
vez más te sorprendes al admirar el lugar donde hemos pasado la noche,
sencillamente espectacular. Una vez desayunado algo de lo que nos quedaba nos subimos
a la cima del puerto en donde se encuentra el monumento del ciclista, y el
busto de Jaques Goddet el que fuera director del Tour de Francia hasta 1988
donde poco antes de la llegada de los corredores pudimos ver al actual director
de la carrera francesa Christian Preudhomme juntos con dos mitos de este
deporte Eddy Merckx “El caníbal” y Bernard Hinault “El caimán” depositando un
ramo de flores en homenaje a Goddet por su grandísima labor tanto como director
de la carrera como por ser uno de los pioneros del periodismo deportivo en el
país galo. En la cima del coloso pirenaico se respira ciclismo por todas partes
en ningún momento paraban de llegar aficionados que subían en bici el puerto,
los había de todas las características, desde el cicloturista preparado con su
buena bici de carretera hasta gente con bicis de montaña que llegaban un poco
mas asfixiados a la parte más alta pero a todos les une la ilusión de entrar en
la historia por haber subido el Tourmalet y pasar una gran jornada viendo el
paso del Tour. Después de tomar un café en el único bar existente en la cima,
donde por cierto tenían cerrado el acceso al servicio cosa que me parece muy
mal dada la cantidad de aficionados que allí nos encontramos , desde aquí hago
un llamamiento a las organizaciones de carreras ciclistas para que piensen un
poquito en los seguidores que esperamos durante horas e incluso días al paso de
la carrera para que nos traten un poco mejor ya que es mejor y mas espectacular
ver las cunetas llenas de aficionados que totalmente vacías como ocurre en
determinadas pruebas ciclistas, nos vamos situando para no perder detalle.
Se
va acercando la hora del paso de los ciclistas y en esa espera vemos pasar la
famosa caravana publicitaria lanzando todo tipo de obsequios y animando un poco
a la gran cantidad de gente que se da cita a lo largo de toda la etapa, aunque
parezca una tontería es algo que se echa en falta aquí en la Vuelta. Ya ha llegado la hora, los helicópteros
sobrevuelan nuestras cabezas y eso es sinónimo de la inminente llegada de los
primeros corredores, los aficionados miran (los mas preparados con prismáticos
en mano) desde el precipicio de la cumbre las curvas por donde asomaran en
breve los escapados. Y ya están aquí,
la emoción al ver pasar los ciclistas después de tantísimo tiempo esperando es
indescriptible como dice Ander Izaguirre en su libro Plomo en los Bolsillos, el
cual recomiendo desde aquí, “con
esa reverencia de los ritos un poco absurdos pero apasionados” después de
llevar casi dos días en el monte. En primer lugar aparecen Voeckler y Brice
Feillu y a continuación el rosario de corredores escapados durante la jornada
para dar paso al grupo del líder donde domina con mano de acero el Sky .
Y ya está, se
acabo todo, con el paso del coche escoba se da por finalizado el paso de la
carrera, la afición anima desde el primero al último cosa que hace más increíble
este deporte y también único. Ahora toca a esperar a que se desaloje la
carretera e intentar enterarnos del final de la etapa, la cual finalmente seria
para el alsaciano Voeckler. Por fin podemos ir bajando con algún atasco pero
con la sensación de haber presenciado un día de magnifico ciclismo y estar en
contacto con la montaña.
Sin más animo a
todo aficionado al ciclismo a que se acerque a ver alguna carrera, pero en
especial al Tour de Francia donde se vive ese ambiente especial que imagino
solo será igualable al que se podrá vivir en los gigantes de los Dolomitas en
el Giro o en las clásicas de primavera de Flandes, Roubaix o Lieja.
También
agradecer desde aquí a todos los colegas y familiares que alguna vez me habéis acompañado a ver las
carreras a pesar de que sean un montón de horas para unos minutos, como mucha
gente me dice, en especial a mis padres por esas largas travesías por las montañas de la Vuelta y el Tour.
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