miércoles, 23 de septiembre de 2015

Gianni Bugno: La elegancia vestía de Arco Iris

Visualmente impecable y de una plasticidad en sus movimientos que hipnotizaba al espectador. Ese era Gianni Bugno montado en su bicicleta, pura elegancia. Un ciclista completo que podía verse disputando una gran clásica con los más reputados especialistas o en las primeras plazas de una etapa de alta montaña luchando por el rosa o el amarillo. Su delito, coincidir en tiempo con un tal Miguel Indurain, que fue minando su moral hasta hacer volar de su mente el reto de vencer un Tour de Francia. Su triunfo en el Giro de Italia de 1990, siendo líder de la primera a la última etapa, le catapultó a esa lista de futuribles vencedores de la gran ronda francesa, una losa que en un país de tradición ciclista como Italia es complicado quitarse de encima. Los años pasaban y ese maillot amarillo en Paris no iba a llegar nunca.  


Los Campeonatos del Mundo de fondo en carretera, la máxima expresión en carreras de un día, fueron otra historia para el ciclista transalpino. Gianni Bugno ya era una referencia en este tipo pruebas cuando los mundiales de ciclismo llegaron a la ciudad japonesa de Utsunomiya en el año 1990. Ese mismo año había vencido en la Milán-San Remo y se proclamaba ganador de la extinta Copa del Mundo. Fue uno de los mas vigilados durante toda la jornada a sabiendas de su potencial e instinto en los metros finales pero una gran actuación del combinado belga y la falta de entendimiento con su compañero Fondriest, frustraba sus opciones y era relegado a la tercera plaza tras Rudy Dhaenens y Dirk De Wolf, ambos buenos rodadores de la selección de Bélgica.
La temporada siguiente el Arcobaleno se iba a luchar en las calles de la ciudad germana de Stuttgart. Bugno había sucumbido en julio en el Tour de Francia a un demoledor Miguel Indurain que cimentó su victoria en las etapas cronometradas. Un duelo entre italiano y español que tenía visos de repetirse en el trazado mundialista. Un circuito que sin ser excesivamente duro tenía su miga, con una ascensión larga, Fernsehturm, no muy lejos de la línea de llegada. Después de ser neutralizados los diversos movimientos de corredores importantes, como Theunisse, Delgado o el compañero de Bugno, Maurizio Fondriest, se formaba la que iba a ser a la postre la escapada definitiva. Nada menos que Steven Rook por Holanda, Álvaro Mejía por Colombia y Miguel Induráin por España acompañaban a Gianni Bugno en los últimos kilómetros para jugarse entre ellos el preciado maillot arco iris que acredita como Campeón del Mundo. La volata fue lanzada por el ciclista italiano que vencía por la mínima, hubo que recurrir a foto-finish, su primer mundial por delante de Rooks y de Induráin que esta vez no iba a poder superarle como en el Tour de Francia.



La siguiente edición de los Campeonatos del Mundo fue organizada por la ciudad de Benidorm. En tierras alicantinas se citaban los mejores ciclistas de la época y el duelo Bugno-Induráin volvía a ser fuente de noticias antes de la carrera. El Alto de Finestrat se erigía como el principal escollo a superar en este a priori complicado circuito. Además de los dos citados, como favoritos a la victoria concurrían en Benidorm ciclistas de la talla de Rominger, Jalabert, Leblanc o Chiappucci. A pesar de los ataques en el selectivo Finestrat, en la línea de llegada se presentaba un grupo compacto de diecisiete corredores, entre los que figuraban los principales favoritos a la victoria. Gianni Bugno con un sprint magistral repetía victoria en la cita mundialista batiendo a Laurent Jalabert y Dimitri Konyshev que tuvieron que conformarse con las otras dos medallas, Miguel Induráin entró en sexta posición. El formidable corredor italiano se resarcía de sus fracasos en el Tour de Francia con un doblete en los Campeonatos del Mundo, algo que solo los belgas Van Looy, Ronsse, Schotte, y Maertens, el americano Greg Lemond y más recientemente su compatriota Paolo Bettini han conseguido.