miércoles, 27 de marzo de 2013

Les Amis de Paris-Roubaix. Los angeles en el infierno



Todo gran monumento cada cierto tiempo debe ser restaurado para que el paso del mismo y otros factores como las condiciones climatológicas o la propia mano del hombre no destruyan o alteren su esplendor y belleza. Esto es lo que ocurre con los tramos adoquinados de la Paris-Roubaix, el “Infierno del norte”, la reina de las clásicas. Este grandioso monumento en este caso ciclista, es sin lugar a dudas patrimonio de la historia del deporte.


Este infierno del norte (denominado así por un periodista de L’Auto en 1919 tras ver esas rutas devastadas por la guerra) también tiene sus propios ángeles.  Son la asociación Amis de Paris-Roubaix que se encargan de la conservación y cuidado de los sectores adoquinados por los que transcurre la legendaria prueba.

 
Albert Bouet periodista especializado en ciclismo del diario L’Equipe, a petición del director en aquel entonces del Tour de Francia y las carreras organizadas por su asociación, llevaría a  cabo junto al célebre Jean Stablinsky el descubrimiento del sector más conocido y espectacular de la carrera, el temible bosque de Arenmberg, que pasaría por primera vez la Roubaix en el año 1968.
En este punto es cuando se llama la atención del deterioro de los distintos sectores que componen la Paris-Roubaix, los cuales deben cambiarse, ponerse o quitarse del recorrido cada año, sobretodo en año electoral  y viéndose amenazados por la creciente urbanización de la zona, lo que hace temer la pérdida irreparable de estos legendarios trazados.





Es en 1982 cuando en una exposición fotográfica en la casa regional de la región du Nord- Pas De Calais en Paris, Jean Marie Leblanc, uno de los históricos directores del Tour de Francia, presenta un libro sobre “Les Pavés du Nord”, donde  se germinaría la idea de lo que será la asociación de Les Amis de Paris-Roubaix, que en el año 1983 de la mano de Jean Claude Vallaeys comenzaría su andadura hasta nuestros días.





Su labor fundamental es la limpieza de los tramos tras el duro paso del invierno en el norte de Francia, para que el segundo domingo de abril podamos disfrutar en todo su esplendor y sin riesgo alguno para los protagonistas, de uno de los mayores espectáculos deportivos que se dan sobre la tierra, la Paris-Roubaix.




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