
Hablar de una batalla librada en medio de una cruel guerra es
hacerlo probablemente de una de las más terribles formas de expresión humana, y
desafortunadamente este de la guerra y
sus batallas es un mal que se sigue viviendo a diario en algunos rincones del
planeta. Pero existen batallas deportivas difícilmente olvidables en el
imaginario, algunas de ellas se han librado encima de una bicicleta surcando
montañas. El caso que nos ocupa nos traslada al año 1983, exactamente a los
primeros días del mes de mayo. En aquellos días se disputan las últimas
jornadas de la Vuelta Ciclista a España. La presencia del
Caimán Bernard Hinault es sin duda la gran atracción de esta edición,
la número 38, de la ronda española. Enfrente del gran campeón francés, se
encuentran como principales figuras, además de
Marino Lejarreta o
Alberto Fernández,
los ciclistas del conjunto navarro del Reynolds, no obstante no iba a estar su
principal baza, el abulense
Ángel Arroyo, con una fractura en la muñeca. Otro
de sus hombres fuertes,
José Luis Laguia, comienza el prologo de Almussafes con
una caída que le lleva a perder más de un minuto en meta, situación que emporaría
días después con una segunda caída en la quinta etapa.
Pedro Delgado por su
parte enferma durante la etapa que acaba en Sabiñanigo, en un día recordado por
el frio reinante añadido a la nieve, y pierde las opciones para disputar la clasificación
general. Por tanto la esperanza para el plantel dirigido por José Miguel
Echavarri, se llamaba
Julián Gorospe, un joven ciclista vasco que cumplía su
segunda campaña como ciclista profesional y que había comenzado la Vuelta con
mejor pie que sus compañeros. La contrarreloj con final en Panticosa dejaba la
peor versión de Hinault, y tanto Lejarreta, Fernández o el propio Gorospe
sacaban un valioso tiempo al bretón. En uno de los momentos fundamentales en la
historia de la ronda española, se asciende a los Lagos de Covadonga, entonces
llamados Lagos de Enol que incluso algunos quisieron denominar Lagos de Hinault.
La realidad fue otra y el astro del conjunto Renault no tuvo su mejor día en
tierras astures. Días después con la disputa de la etapa cronometrada de
Valladolid pudimos asistir a un pequeño resurgir de Hinault pero bien
respondido por un Julián Gorospe que salía reforzado en el liderato de la
prueba.

El ciclismo ha cambiado mucho y si a día de hoy tuviéramos un
perfil como el que se desarrollaba aquella jornada camino de Ávila, hablaríamos
de una etapa para escapadas sin posible transcendencia en la general. Dos
puertos de primera, Peña Negra y Serranillos y un último de segunda, La
Paramera, componían el periplo por la sierra abulense. En Peña Negra comienzan
las hostilidades y algunos corredores como Alberto Fernández o Vicente Belda se
intentan filtrar en sendas escapadas lo que hace que los hombres de líder tengan
que ponerse a trabajar casi de inicio, con el desgaste que eso iba a suponer.
Con la carrera destrozada los hombres fuertes de la general llegan a las rampas
de
Serranillos, los pocos aficionados presentes en la cuneta del puerto
abulense desconocían que iban a ser testigos de una de las mayores exhibiciones
que Bernard Hinault iba a realizar en su prolífica trayectoria. El
Caimán además no estaba solo en su
objetivo, le acompañaba como gregario de lujo en el Renault-Elf nada menos que
un tal
Laurent Fignon que ponía un ritmo infernal a la espera del ataque final
de su líder. Y ese ataque había llegado. Hinault demarra violentamente y solo
un excepcional Marino Lejarreta es capaz de seguir al ciclista francés. Por detrás
José Luis Laguia compañero del líder Gorospe contiene la hemorragia de segundos
en los últimos kilómetros de Serranillos, pero no será por mucho tiempo. Tanto
en el descenso de Serranillos como en la última ascensión de la jornada, La
Paramera, los minutos siguen en aumento y el dúo Lejarreta-Hinault ya ha
contactado con los hombres que marchaban fugados. El final en Ávila, a
diferencia del habitual empedrado que hemos visto en los últimos años, se
encontraba enmarcado dentro de un velódromo. El pequeño alicantino Vicente
Belda lo intentaba ya dentro de la pista pero nada pudo hacer, al igual que
Marino, por impedir la victoria de un sublime Bernard Hinault que a dos días del
final en Madrid sentenciaba prácticamente la que iba a ser su segunda Vuelta
Ciclista a España. El joven e inexperto Gorospe pagaba la novatada y se
presentaba derrotado y abatido en el velódromo con más de veinte minutos de
desventaja sobre el ganador de la etapa en una de las jornadas más memorables
de la historia de la Vuelta.

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