viernes, 7 de agosto de 2015

Historias de la Vuelta: Aquella batalla de Serranillos


Hablar de una batalla librada en medio de una cruel guerra es hacerlo probablemente de una de las más terribles formas de expresión humana, y  desafortunadamente este de la guerra y sus batallas es un mal que se sigue viviendo a diario en algunos rincones del planeta. Pero existen batallas deportivas difícilmente olvidables en el imaginario, algunas de ellas se han librado encima de una bicicleta surcando montañas. El caso que nos ocupa nos traslada al año 1983, exactamente a los primeros días del mes de mayo. En aquellos días se disputan las últimas jornadas de la Vuelta Ciclista a España. La presencia del Caimán Bernard Hinault es sin duda la gran atracción de esta edición, la número 38, de la ronda española. Enfrente del gran campeón francés, se encuentran como principales figuras, además de Marino Lejarreta o Alberto Fernández, los ciclistas del conjunto navarro del Reynolds, no obstante no iba a estar su principal baza, el abulense Ángel Arroyo, con una fractura en la muñeca. Otro de sus hombres fuertes, José Luis Laguia, comienza el prologo de Almussafes con una caída que le lleva a perder más de un minuto en meta, situación que emporaría días después con una segunda caída en la quinta etapa. Pedro Delgado por su parte enferma durante la etapa que acaba en Sabiñanigo, en un día recordado por el frio reinante añadido a la nieve, y pierde las opciones para disputar la clasificación general. Por tanto la esperanza para el plantel dirigido por José Miguel Echavarri, se llamaba Julián Gorospe, un joven ciclista vasco que cumplía su segunda campaña como ciclista profesional y que había comenzado la Vuelta con mejor pie que sus compañeros. La contrarreloj con final en Panticosa dejaba la peor versión de Hinault, y tanto Lejarreta, Fernández o el propio Gorospe sacaban un valioso tiempo al bretón. En uno de los momentos fundamentales en la historia de la ronda española, se asciende a los Lagos de Covadonga, entonces llamados Lagos de Enol que incluso algunos quisieron denominar Lagos de Hinault. La realidad fue otra y el astro del conjunto Renault no tuvo su mejor día en tierras astures. Días después con la disputa de la etapa cronometrada de Valladolid pudimos asistir a un pequeño resurgir de Hinault pero bien respondido por un Julián Gorospe que salía reforzado en el liderato de la prueba.

El ciclismo ha cambiado mucho y si a día de hoy tuviéramos un perfil como el que se desarrollaba aquella jornada camino de Ávila, hablaríamos de una etapa para escapadas sin posible transcendencia en la general. Dos puertos de primera, Peña Negra y Serranillos y un último de segunda, La Paramera, componían el periplo por la sierra abulense. En Peña Negra comienzan las hostilidades y algunos corredores como Alberto Fernández o Vicente Belda se intentan filtrar en sendas escapadas lo que hace que los hombres de líder tengan que ponerse a trabajar casi de inicio, con el desgaste que eso iba a suponer. Con la carrera destrozada los hombres fuertes de la general llegan a las rampas de Serranillos, los pocos aficionados presentes en la cuneta del puerto abulense desconocían que iban a ser testigos de una de las mayores exhibiciones que Bernard Hinault iba a realizar en su prolífica trayectoria. El Caimán además no estaba solo en su objetivo, le acompañaba como gregario de lujo en el Renault-Elf nada menos que un tal Laurent Fignon que ponía un ritmo infernal a la espera del ataque final de su líder. Y ese ataque había llegado. Hinault demarra violentamente y solo un excepcional Marino Lejarreta es capaz de seguir al ciclista francés. Por detrás José Luis Laguia compañero del líder Gorospe contiene la hemorragia de segundos en los últimos kilómetros de Serranillos, pero no será por mucho tiempo. Tanto en el descenso de Serranillos como en la última ascensión de la jornada, La Paramera, los minutos siguen en aumento y el dúo Lejarreta-Hinault ya ha contactado con los hombres que marchaban fugados. El final en Ávila, a diferencia del habitual empedrado que hemos visto en los últimos años, se encontraba enmarcado dentro de un velódromo. El pequeño alicantino Vicente Belda lo intentaba ya dentro de la pista pero nada pudo hacer, al igual que Marino, por impedir la victoria de un sublime Bernard Hinault que a dos días del final en Madrid sentenciaba prácticamente la que iba a ser su segunda Vuelta Ciclista a España. El joven e inexperto Gorospe pagaba la novatada y se presentaba derrotado y abatido en el velódromo con más de veinte minutos de desventaja sobre el ganador de la etapa en una de las jornadas más memorables de la historia de la Vuelta. 


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